[actualizado julio 2024]
"Invierte siempre a largo plazo"
Warren Buffett
INTRODUCCIÓN
La idea de lograr diseñar una rutina de entrenamiento que se pueda mantener el resto de mi vida me parece atractiva si tenemos en cuenta que el ejercicio físico es uno de los pilares fundamentales para retrasar el envejecimiento y aumentar la esperanza de vida En un mundo donde cada día aparecen nuevos métodos que prometen resultados rápidos y que venden la idea de ser capaces de lograr objetivos muy específicos que ninguna otra rutina ha logrado antes dejar a un lado la inmediatez de los resultados y mirar al largo o muy largo plazo me resulta cada vez más necesario. Muchos serán los que prueben una rutina elegida según ciertas necesidades y, pasado un tiempo, cambien a otra radicalmente distinta, manteniendo esta tendencia durante años sin llegar a encontrar un sistema de entrenamiento consistente con el que se sientan cómodos; es más, con una buena dieta y cierta adherencia los resultados irán llegando, pero esas personas estarán siempre sometidas a la búsqueda de la novedad.
En contra de esta idea, mi objetivo es el de diseñar un sistema de entrenamiento que pueda ser empleada en distintos escenarios, maximizando las ganancias de una planificación a largo plazo mientras se adapta de la mejor forma posible a los diferentes momentos de la vida del atleta. Hablo de una rutina capaz de encontrar un hueco en el día a día de una persona normal, que tiene un trabajo a jornada completa y una familia y que aún así quiere mantener su forma física en los máximos que cada periodo de su vida le permita, una rutina útil desde la juventud, cuando quiera jugar un partido de fútbol con sus amigos, hasta la vejez, cuando lo que más le importará será posiblemente jugar con sus nietos en el parque.
Todo sistema de entrenamiento a largo plazo ha de tener en cuenta que el paso de la edad conlleva un declive inevitable de las capacidades físicas, de ahí que en su diseño tengamos la vista puesta en las necesidades tanto a corto como a medio, largo e incluso muy largo plazo. A diferencia de lo que hemos visto en otras ocasiones sobre la dosis efectiva de entrenamiento para generar adaptaciones (te aconsejo leer sobre subentrenamiento y sobreentrenamiento) llegados a este momento quiero afinar aún mucho más en la búsqueda de lo que he decidido llamar la dosis máxima efectiva, esto es, la mayor carga de entrenamiento que el organismo puede tolerar para generar los máximos beneficios; a efectos prácticos es muy difícil afinar tanto y es muy probable que para llegar a conocer las capacidades de nuestro cuerpo hasta este extremo necesitemos de dispositivos de monitorización (relojes inteligentes) y pruebas médicas para conocer nuestro rendimiento (pruebas de esfuerzo), pero no es el objeto de esta entrada profundizar en estos temas por el momento.
ESTRUCTURA GENERAL DEL ENTRENAMIENTO
La RAE define fuerza como la capacidad para mover algo o a alguien que tenga peso o haga resistencia; la fuerza es la capacidad básica y principal del músculo, por lo que es una de los cualidades en torno a la que configuro mi sistema; el otro protagonista es el acondicionamiento pues tanto la fuerza total como la capacidad cardiovascular (y su máximo representante, el VO2max) son dos de los principales determinantes de salud. A estos dos pilares básicos se unen tres componentes más que deben estar en perfecto equilibrio con los dos primeros y sin los cuales ninguno puede funcionar: estabilidad, movilidad (que incluye flexibilidad) y capacidad de recuperación. Esta rutina debe constituir un armazón estable sobre el cual será posible agregar trabajo accesorio cuando un enfoque más específico sea necesario. Para un principiante así como para cualquier persona menor de 30 años, el margen para agregar trabajo accesorio es elevado y la necesidad de preocuparse por encontrar el estímulo óptimo tiene menor importancia, pues el cuerpo de un atleta joven se recupera bien y tiene mucho tiempo por delante para conocerse y aumentar sus capacidades Al contrario, personas de edad más avanzada, sobre todo si ya tenían una buena condición física, deberán aceptar que aún bajo la perfecta rutina de ejercicio su cuerpo perderá capacidades con el paso de los años; para ellos, un planteamiento como el que ofrezco ayudará a equilibrar capacidades y mantener la forma física hasta bien entrada la ancianidad.
En cualquier caso, mi intención es crear un sistema que sea válido para cualquier persona, desde aquel que sólo tiene unas horas a la semana y necesita un sistema que constituya la base de su entrenamiento hasta aquel que ya practica un deporte concreto, pero necesita agregar el entrenamiento de fuerza como un sistema complementario, desde el médico que hace cinco guardias al mes y es padre de familia numerosa hasta el inversor de éxito que sólo necesita trabajar dos horas al día (según dice en sus redes sociales).
En el caso de los más jóvenes, pueden sentirse atraídos por la competición en alguna disciplina, por lo que en ciertos momentos de la vida el deporte en el cual se preparan tomará todo el protagonismo y dejará de lado a los demás actores. Por esto, no estaba pensando en personas muy jóvenes o deportistas profesionales mientras escribía estas líneas, ya que se trata de grupos con requerimientos específicos.
La estructura general de la rutina está compuesta por seis piezas básicas en equilibrio:
En términos generales y salvo que precises de una especialización en algún área concreta, una rutina equilibrada en busca de la dosis máxima efectiva debería tener los siguientes componentes:
Traducidos estos números a un reparto semanal de trabajo, mi rutina actual se parece bastante a esto:
- Lunes: 60 minutos fuerza (énfasis tren inferior), 10 minutos de movilidad, 10 minutos estabilidad.
- Martes: 60 minutos zona 2, 10 minutos estabilidad.
- Miércoles: 60 minutos fuerza (énfasis tren superior), 10 minutos de movilidad, 10 minutos estabilidad.
- Jueves: 60 minutos zona 2, 10 minutos estabilidad.
- Viernes: 60 minutos de fuerza (énfasis tren inferior), 10 minutos de movilidad, 10 minutos estabilidad.
- Sábado: 60 minutos zona 2, 30 minutos zona 4/5, 10 minutos de movilidad, 10 minutos estabilidad.
- Domingo: 60 minutos fuerza (énfasis tren superior), 60 minutos zona 2 (opcional).
Si un día no dispongo del tiempo necesario para completar todos los ejercicios reduzco el tiempo del elemento principal (fuerza o acondicionamiento) a 45 minutos o incluso media hora y escojo entre movilidad y estabilidad. En el caso de los días en los que no puedo entrenar, la rutina que estaba planificada para ese día se desplaza completa al día siguiente y todas las demás la siguen.
No es que el redactor de este humilde blog se haya vuelto loco, aunque he de reconocer que desde que me introduje en el mundo de la ciencia de la longevidad las distintas formas de entrenar de todos los supuestos (y no tan supuestos) expertos llegaron a abrumarme hasta el punto de perder la noción de lo que estaba bien y mal en cuanto a la planificación de entrenamiento deportivo, tema del que durante tantos años estudié. Para llegar a esta estructura me basé en mi propia experiencia y en el hecho de que las rutinas de cuerpo completo que siempre había defendido no terminan de funcionar bien cuando se agrega tanto trabajo de acondicionamiento, el cual es necesario para equilibrar la carga de entrenamiento entre estímulos aeróbico y anaeróbico, y aumentar el VO2max. Por este motivo, ésta es mi propuesta hasta la fecha; las más que probables actualizaciones futuras las podréis leer en estas mismas líneas.
FUERZA
Si trato de pensar en una cualidad física que tenga una transferencia a un mayor número de actividades de la vida diaria, ésta es la fuerza. Al fin y al cabo, como he comentado en muchas ocasiones, la función principal del músculo es hacer fuerza, y aunque este verdadero órgano hace mucho más, la fuerza es su razón de ser. Una rutina de fuerza para atletas generales, que se dediquen a otro deporte o mejor aún, quieran entrenar por salud, debería encontrar un punto intermedio entre las intensivas rutinas de gimnasio pensadas para culturistas o aspirantes a powerlifters profesionales y una tabla de ejercicios para tonificar que pueda proporcionarte el monitor de tu gimnasio/centro para socializar con los vecinos de tu comunidad donde el peso libre está prohibido.
Después de estudiar muchos programas de entrenamiento y seguirlos durante años me he dado cuenta de que no existe ningún programa comercial prediseñado que se ajuste totalmente a las necesidades a largo plazo de cada persona. He sido un gran aficionado del sistema 5/3/1 diseñado por Jim Wendler, un entrenamiento cuyos fundamentos beben directamente del powerlifting, pero que su autor hace aterrizar al mundo de los mortales; se trata una buena base del entrenamiento de la fuerza, pero requiere ajustes. Como comentamos hace años, el cuerpo no se mueve en base a músculos ni a los grandes levantamientos clásicos, sino que tiene patrones de movimiento básicos y tan antiguos como la propia especie. Para diseñar nuestra rutina perpetua organizaremos cada día en torno a los mitades del cuerpo, el torso y las piernas, y cada una de estas rutinas tendrá un movimiento principal (que puede o no coincidir con sentadilla, peso muerto, press de banca o remo) y distintos ejercicios accesorios de empuje, tirón, dominancia de rodilla, dominancia de cadera y core, resultando en un total de cuatro sesiones distintas.
ACONDICIONAMIENTO
Podría elegir muchos nombres para este apartado, pero he decidido traducir directamente del inglés el término conditioning que hace referencia a la capacidad de mover el cuerpo durante un periodo determinado de tiempo con una velocidad e intensidad adecuadas, recurriendo a los distintos sistemas energéticos (fosfágenos de alta energía, glucógeno y ácidos grasos) según las características de la carga de trabajo a realizar. A efectos prácticos voy a separar dos tipos de entrenamiento: el acondicionamiento ligero engloba aquellos entrenamientos de baja intensidad y larga duración, donde la grasa es el principal sustrato energético y el metabolismo es predominantemente aeróbico; el acondicionamiento intenso, por el contrario, incluye entrenamientos cortos e intensos, donde el glucógeno y la creatina fosfato son la principal fuente de energía (son los sistemas anaeróbicos aláctico y láctico).
Es necesario aceptar que ningún atleta puede ser el mejor a la hora de aprovechar todos los sistemas energéticos, de modo que el objetivo más importante en este camino perpetuo a la salud debe ser maximizar la eficacia y la flexibilidad energética combinando distintos tipos de rutina, sin perjudicar las ganancias de fuerza e hipertrofia que también buscamos. Un esquema equilibrado y suficiente debería incluir semanalmente al menos tres horas totales de entrenamiento aeróbico dividido entre tres y cinco sesiones (más horas son posibles e incluso recomendables en ciertas fases, pero pueden interferir con la sostenibilidad a largo plazo de tu rutina) y una o dos sesiones de entrenamiento de alta intensidad.
MOVILIDAD
Movilidad y flexibilidad son cruciales para la realización de cualquier movimiento; entrenar estos aspectos que tan desapercibidos pasan a veces ayuda a prevenir lesiones, disminuye la inflamación, modula el dolor físico y mental, afecta a la velocidad de recuperación tras el ejercicio e incluso puede retardar la progresión de ciertas enfermedades. Es necesario contar con protocolos de movilización y estiramiento (estátito y dinámico) basados en ciencia que mejoren los rangos de movimiento de las articulaciones flexibilidad de las extremidades con la mínima inversión de tiempo necesaria. Después de años de revisar muchos protocolos he desarrollado mi propia secuencia de ejercicios que realizo a diario tanto antes de empezar como al finalizar cada sesión de entrenamiento, así como otras prácticas que ayudan a mantener o ganar rango de movimiento y mejorar la postura, las cuales repasaré en posteriores entradas.
ESTABILIDAD
La estabilidad, que también podemos denominar equilibrio o balance, es la capacidad que tenemos de mantenernos en una determinada posición o realizar un patrón de movimiento sin caer o perder el control de éste de forma significativa. La estabilidad puede considerarse como una pasarela a través de la cual el músculo transmite su fuerza al medio externo. Tendemos a pensar que el equilibrio es un proceso estático, pero el simple hecho de caminar en un suelo irregular pone en cuestión esa idea. Ninguna actividad puede realizarse sin equilibrio, pero dado que éste no se hace patente a no ser que esté alterado, solemos minimizar su importancia. El entrenamiento propio de estabilidad es la última de las categorías que introduje en mi rutina, pues también caí en la trampa de ignorarlo, dado que mi entrenamiento se basó durante años en levantamientos compuestos y movimientos rápidos, donde la estabilidad puede pasar desapercibida. Al comenzar a entrenar con ejercicios unilaterales que son mucho más demandantes a la hora de mantener la posición, los desequilibrios se hicieron patentes y vi necesario actuar. Dado que este apartado concreto no suele prolongarse más allá de los diez o quince minutos y al mismo tiempo no supone un gran impacto en tus músculos, te será posible entrenar la estabilidad con frecuencia; por eso, mi propuesta incluye entre seis y siete sesiones de estabilidad a la semana que incluyan un ejercicio o un circuito corto de ejercicios, normalmente al final de la sesión.
RECUPERACIÓN
El entrenamiento físico supone un estímulo que induce al organismo a progresar en aquellos parámetros sobre los que incide dicho entrenamiento. Ya vimos que el estímulo óptimo es aquel que supera las capacidades actuales pero permanece dentro de unos límites tolerables, desencadenando una respuesta que se explica a través del síndrome general de adaptación (o ley de Seyle), el cual incluye el conjunto de procesos que tienen lugar en el organismo cuando se aplica un determinado trabajo: en el caso del entrenamiento físico se genera un desgaste o fatiga que cursa inicialmente con descenso del rendimiento y a continuación se desencadena una serie de mecanismos cardiovasculares, neurológicos, endocrinos y en otros ámbitos que permiten reparar los daños sufridos e incluso incrementar la calidad de los tejidos implicados mejorando el rendimiento inicial (supercompensación).
Para que la supercompensación tenga lugar necesitas tiempo, sin embargo, un descanso excesivo en duración y con una inactividad total resulta en un tiempo perdido que podrías dedicar a entrenar otras capacidades que no interfieran o incluso apoyen esta supercompensación. De este modo, la recuperación se convierte en un proceso importante que debes planificar como otro más de los componentes de tu entrenamiento y al que debes dedicar un tiempo determinado. En mi visión particular del entrenamiento la recuperación incluye pero no queda limitada al sueño (tanto nocturno como a las siestas cuando no hemos tenido el suficiente descanso), las técnicas de relajación (como el yoga nidra o la respiración consciente), los paseos (como el reto autoimpuesto de dar 70000 pasos semanales o caminar en un entorno natural al menos dos veces por semana) y la exposición controlada a la luz solar. Por si no te has dado cuenta, si dedicas 2 horas a entrenar y 8 horas a trabajar (y suponiendo que tu trabajo tiene un impacto nulo o muy reducido sobre tu forma física), más del 50% de tu día te estás dedicando a recuperarte; tienes tiempo pero debes usarlo sabiamente. Aplicando unas reglas básicas y algo de sentido común podrás hacer tus entrenamientos compatibles con tu día a día y progresar durante largos periodos de tiempo.